20080920

Jennifer, una víctima del 15 de septiembre en Morelia

Dos barbies, un muñeco y dos juguetes más son la compañía de Jennifer Bucio Álvarez, quien a sus ocho años de edad se encuentra hospitalizada y aún no dimensiona la tragedia del atentado de la noche del 15 de septiembre.

Su madre, Gloria Álvarez Bautista, murió tras el estallido de la granada, pero ella aún no lo sabe. La psicóloga acude diariamente a visitarla y, junto con sus familiares, trata de prepararla para tan duro golpe. Nadie sabe cómo reaccionará al saber que ya nunca más llegará a casa y la esperará su madrecita.

Como Jennifer, en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) existen otras nueve víctimas que permanecen en estado delicado–estable, del total de los 32 heridos que fueron recibidos el pasado lunes.

Su padre es uno de ellos. Rafael Bucio Márquez, de 30 años de edad, se encuentra hospitalizado cuatro pisos más arriba. Jennifer tiene dos hermanos más, uno de siete meses, Uriel Bucio Álvarez, y otro que acaba de cumplir 14 años de edad, Giovanni Bucio Álvarez. El primero salvó la vida gracias a que su madre lo protegió con su cuerpo, prácticamente dando la vida por él; el segundo tuvo un golpe de suerte, ya que en el momento de la explosión se había alejado de su familia para jugar con sus amigos.

Su tía, Alejandra Bucio Márquez, quien se ha hecho responsable de sus dos hermanos, afuera del nosocomio carga en sus brazos al más pequeño, quien conserva secuelas de la explosión en su cara.

“Son una familia humilde. Apenas hace poco entró a trabajar mi hermano y rentaban una casita; ahora no se qué van a hacer, con su mujer muerta y él herido. Los niños son los que más han sufrido, y aún viene lo peor” sostuvo, sollozando, la tía de Jennifer.

En el momento en que la niña contaba su historia, llegaron a colocarle el yeso en la pierna izquierda, la cual esta llena de esquirlas, al igual que su muslo derecho; su cara tiene heridas en la nariz y en la frente; su labio superior mantiene una gasa para detener la sangre que aún tiene por el estallido, y en sus oídos se ven las cicatrices que le dejaron marcado ese momento y también su vida entera.

Consultada sobre su estado de salud, la niña respondió que le dolía un poco el brazo, pero que se sentía mejor que cuando había arribado el lunes por la noche.

“Cuando sea grande quiero ser enfermera porque ellas me han tratado muy bien, aunque me gusta el helado de vainilla y nadie me ha traído nieve” platicó la niña.

Una vez que salga del hospital, le pedirá a su papá una computadora “para escribir letras”, porque le llama la atención el estudio y las labores manuales.

La batita de hospital deja descubierta parte de sus piernitas, las que muestran los moretones de los golpes recibidos por el impacto. Su bracito vendado le impide moverse del todo, pero sus familiares no la dejan sola ni un momento para atenderla.

Lo más duró está por venir, afirmó la psicóloga que la atiende, después de calificar a Jennifer como en estado de shock, pues no asimila la realidad de los hechos y aún no conoce la situación de sus padres.

“Voy en segundo año de primaria, allá en una escuela casi llegando a Quiroga. Espero recuperarme pronto para que mi mamá me lleve como siempre, todas las mañanas…”

Fuente: http://www.vozdemichoacan.com.mx/secciones/morelia/A002764.html

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