20081129

Experimentos monstruosos con perros

Hace casi dos años, te platicamos de Mike, el pollo que vivió año y medio sin cabeza y que fue parte de una atracción en Estados Unidos. Más estremecedor son los casos de macabros experimentos hechos con cabezas de perros...

Cabeza canina autónoma
Entre los experimentos aberrantes, el que realizó el médico soviético Sergei Brukhonenko en 1928 merece un puesto de honor. Ese año, utilizando una máquina que realizaba la labor del corazón y los pulmones, logró mantener con vida la cabeza amputada de un perro.

Para probar que la cabeza del animal, que presentó encima de una mesa, vivía, Brukhonenko mostró que respondía a determinados estímulos. Golpeó la mesa con un martillo y la cabeza se estremeció; la enfocó con una linterna y parpadeó; incluso le dio de comer un trozo de queso que cayó al instante por el extremo seccionado del esófago. El escritor George Bernard Shaw dijo que se sintió tentado de cortarse la cabeza para librarse de los inconvenientes del cuerpo.



Injertando Cabezas caninas
En 1954, el médico soviético Vladimir Demikhov asombró al mundo cuando desveló que había logrado un perro de dos cabezas. Para crear el monstruo injertó la cabeza, los hombros y las patas delanteras de un cachorro en el cuello de un pastor alemán. El científico mostró su obra al mundo, que se atragantó con las palomitas en el cine cuando vio beber de forma simultánea a las dos cabezas de sendos cuencos de leche, y casi vomitó cuando observó cómo goteaba el líquido del esófago desconectado del cachorro.

Eran otros tiempos y la Unión Soviética presumió ante el mundo de este logro, muestra de su preeminencia médica.Durante los siguientes 15 años, Demikhov perpetró 24 perros bicéfalos. Ninguno vivió más de un mes. Todos murieron por problemas de rechazo de tejidos.

Pese a la apariencia sádica del experimento, el médico explicó que tenía buenas razones para hacerlo. Trataba de mejorar las técnicas quirúrgicas con el fin de aprender a realizar un trasplante de pulmón y corazón. Finalmente fue el médico Christian Baarnard, en 1967, quien logró la proeza, pero, según Boese, Demikhov es ampliamente reconocido por su labor para facilitar el camino.

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